viernes, 31 de octubre de 2014
lunes, 27 de octubre de 2014
domingo, 26 de octubre de 2014
jueves, 23 de octubre de 2014
miércoles, 22 de octubre de 2014
martes, 21 de octubre de 2014
He decidido dejar impresas las palabras
He decidido dejar impresas las palabras que solo un amor puede provocar,
esas palabras la cuales salen de mi corazón,
las que al envolverme en tú mirada es como si nada pudiese tocarme,
las palabras que al verte se quedan guardadas en silencio,
que posiblemente se ven en mis ojos,
y que solo los tuyos pueden descifrar,
las palabras que al primer momento de verte pude decir,
sin conocerte, y sin saber de donde venias o hacías o ibas,
tú que decidiste detenerte aquí, a mi lado, y compartir tu vida conmigo,
las únicas palabras que sabes descifrar es cuando mis labios dicen te amo,
en una mañana en las que mis ojos no hablan,
si no habla mi corazón .“
esas palabras la cuales salen de mi corazón,
las que al envolverme en tú mirada es como si nada pudiese tocarme,
las palabras que al verte se quedan guardadas en silencio,
que posiblemente se ven en mis ojos,
y que solo los tuyos pueden descifrar,
las palabras que al primer momento de verte pude decir,
sin conocerte, y sin saber de donde venias o hacías o ibas,
tú que decidiste detenerte aquí, a mi lado, y compartir tu vida conmigo,
las únicas palabras que sabes descifrar es cuando mis labios dicen te amo,
en una mañana en las que mis ojos no hablan,
si no habla mi corazón .“
te compro una hora
El niño tenía once años. El niño era estudioso, normal y cariñoso con sus padres. Pero el niño le daba vueltas a algo en la cabeza. Su padre trabajaba mucho, lo ganaba bien y estaba todo el día en sus negocios. El hijo le admiraba porque "tenía un buen puesto".
Cierto día el niño esperó a su padre, sin dormirse, y cuando llegó a casa, le llamó desde la cama:
– Papá –le dijo- ¿cuánto ganas cada hora?.
– Hijo, no sé, bastante. Pon, si quieres, dos mil pesos. ¿Por qué?
– Quería saberlo.
– Bueno, duerme.
Al día siguiente, el niño comenzó a pedir dinero a su mamá, a sus tíos, a sus abuelos. En una semana tenía mil quinientas pesos. Y al regresar otro día, de noche, su padre, le volvió a llamar el niño:
– Papá, dame quinientas pesos que me hacen falta para una cosa muy importante...
– ¿Muy importante, muy importante? Tómalas y duerme.
– No, papá, espera. Mira. Tengo dos mil pesetas. Tómalas. ¡Te compro una hora! Tengo ganas de estar contigo. De hablar contigo. A veces me siento muy solo. Y tengo envidia de otros chicos que hablan con su padre...
El padre le abrazó.
Cierto día el niño esperó a su padre, sin dormirse, y cuando llegó a casa, le llamó desde la cama:
– Papá –le dijo- ¿cuánto ganas cada hora?.
– Hijo, no sé, bastante. Pon, si quieres, dos mil pesos. ¿Por qué?
– Quería saberlo.
– Bueno, duerme.
Al día siguiente, el niño comenzó a pedir dinero a su mamá, a sus tíos, a sus abuelos. En una semana tenía mil quinientas pesos. Y al regresar otro día, de noche, su padre, le volvió a llamar el niño:
– Papá, dame quinientas pesos que me hacen falta para una cosa muy importante...
– ¿Muy importante, muy importante? Tómalas y duerme.
– No, papá, espera. Mira. Tengo dos mil pesetas. Tómalas. ¡Te compro una hora! Tengo ganas de estar contigo. De hablar contigo. A veces me siento muy solo. Y tengo envidia de otros chicos que hablan con su padre...
El padre le abrazó.
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